“El sexo había sido como música,
alto y brillante como la luna,
azúcar como la leche que había saltado
en un pequeño arco desde el pecho.
Había parecido que estábamos desatados
como el fuego puede desatarse de la tierra,
o el aire del agua, que éramos flores
que las estaciones abrían y cerraban,
habíamos sido interpretados.
Ahora éramos dos personas,
jugando la una con la otra,
como si no hubiera habido
nada sagrado”
Sharon Olds
Mi primera vez con una mujer me resultó mucho más amena que mi primera vez con un hombre.
Podía rodearla en brazos sin problemas y descubrí que eso me encantaba: pasar por su espalda y descansar mi mano en su cintura. Era suave. Todo era suave. Todo era delicado y se podía romper sin querer.
Casi podía sentir lo que ella sentía. Como ver una película y entender en carne propia lo que siente el personaje, porque lo vivimos alguna vez. Ya conocía dónde estaba todo, igual que volver a tu casa después de un tiempo.
La fuerza, la delicadeza, la risa, el ser humano. Los cuerpos, la libertad. Me invadió una energía especial todo el tiempo.
¿Tan grave era hacer lo que quería? ¿Tan grave era escucharla, abrazarla, sentirla? ¿A quién le importaba? ¿Por qué esperé tanto para algo que me sale naturalmente? ¿Por algo que me gusta, me hace sentir protectora, me hace sentir especial, única, yo?
¿Tan grave era? ¿Tan desviada estaba por querer esto?
Me amé por haber ido a buscarme, a encontrarme, a compartir con otros, entre risas, esto que soy.
Abrí los ojos. La mano de ella en mi mano. En ese gesto yo sentía que me daba fuerzas. Llegaste. Era por acá. Seguiste el camino de tu corazón.
She keeps me warm, she keeps me warm.
**
*
Ayer vimos la luna llena en su balcón.
Hoy, el sol me ilumina, me baña, sube para mí, justo entre mis ojos.
Sale y alumbra todo lo que hay.
Yo soy todo lo que hay.
Levanto los brazos para estirarme. Tengo el cuerpo tranquilo. Mi espalda se curva en ese movimiento que a ella le gustó la noche anterior. Recuerdo cuando amanecí aquel día de Mayo sintiendo que había nacido de vuelta y escribí “no puedo esperar a que el sol me descubra, me haga brillar”.
Acá está. Este sol.
Sigo en su balcón. Desde la cocina ella me pregunta si le pongo azúcar al café. Voy.
Llego a mi casa. Apenas cierro la puerta me invade la emoción. Me arrodillo y lloro porque la vida es hermosa. Cuánto luché por ser quien soy y ahora lo soy.
La vida es mucho más bella desde que también me gustan las mujeres. En realidad, desde que me gustan las personas en general, desde que me siento un poco más parte del mundo.
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