Delfi Young


Hay dos historias que me gusta contar de cuando estuvimos en Islandia.

Una es sobre la determinación de mi amiga para convencernos a todos de alquilar un auto, manejar 500 kilómetros bajo la lluvia almorzando sopa para ver las auroras boreales. Es, sin dudas, una de las anécdotas más emocionantes de mi vida y la comparto con los que fuimos parte de ella.

La otra, más personal, es la que quiero contar ahora. Es sobre cómo la aurora boreal me dijo que sí.

Resulta que llegamos a ver las auroras boreales. Estábamos en el único lugar de la isla donde el cielo nocturno estaba despejado, justo encima nuestro. Había pronóstico de actividad solar. Había altas chances.

Desde la ventana de la posada en medio de la nada vi un resplandor esmeralda y lo supe.

Gritamos. Salimos atropellados a verlas.

Al principio, era una. Serpenteaba sola, en silencio. Poco a poco, se fue formando una segunda, justo al lado.

En un momento había dos, bailando sin música. Una era más ondulada, y la otra más recta. La aurora pintó con dos líneas un gran Sí en el cielo. Desde entonces vivo sabiendo que algo más allá de nosotros me dijo que sí. La pregunta que me haga, la respuesta será sí.

Sí a tus ganas
Sí a tu deseo
Sí a lo que emprendas

Como la aurora boreal, ella me dijo que sí y no tuve que agarrar mis botas. En realidad me dijo "bueno". Quiero explorar con vos.

Jamás pensé que me diría eso.

Supe que pasara lo que pasara desde ese momento en adelante, ese era su rol en mi vida, es todo lo que ella vino a hacer: depositar un sí en el momento exacto en el que yo lo necesitaba.

Sí, por acá es el camino. Un sí como una marca en el sendero, un corte en el tronco de un árbol, la huella del animal que seguís en el medio del bosque insondable, un indicio claro, una señal de que ES por ahí. Y tenés que seguir caminando por ahí.

**
*

Mi mano pampeana se pierde en la jungla de tu pelo,
no tiene fin
me envuelven las hebras onduladas como pétalos de flores.
Me inundan

Una melodía alegre, ritmada
los sitares acunaban el ambiente
más intenso, más calmo,
sonaba Anoushka Shankar

La besaba y me derramaba sobre ella
todo mi ser brotaba hacia su arena blanda
Bramaba en mi interior un mar atormentado
Se alzaba oscura una ola, ¡no la veas, no la veas!
Rompía en mi boca, dejando atrás los miedos, se deslizaba limpia contra mi lengua
y llegaba blanca, dócil a ella
¿Cómo me vas a decir que sí?
¿Cómo jugás así con la vida?
Esto es lo que tengo, a vos llego serena, con lo mejor de mí
No sé cómo hacer, perdón
Sos tan frágil y potente, tengo miedo de rasgarte
Quiero aferrarme a algo y no puedo
¿Por qué es todo tan suave?
¿Cómo no se derriten los hombres ante la ternura?
No sé qué hacer pero no importa, es un laberinto y ya me perdí.
Tengo entre mis manos lo más delicado del mundo.

**
*

Volví desandando el camino que había hecho hasta su casa unas horas antes. La vida encajaba, tenía sentido. Sostenía un cuenco y la vida entraba en él, llenando cada milímetro. Forma y contenido eran uno, acoplados. La vida se había creado para ocupar ese momento, palmo a palmo. No entraba más nada, ni nada más era necesario. Lo que era, era. Lo que existía, existía, y eso era yo. Yo era el cuenco y la vida se había hecho para mí.

**
*

Yo acá pensando como un hombre. Es raro. Quizás siempre fui medio hombre al seducir. No tengo idea de cómo seducir a una chica.

Me siento fluida en mi género. No tanto hombre/mujer sino más sin límites. Algo difuso.

Estoy empezando a verme no como hombre ni mujer sino más como ser o persona. Por momentos no me acuerdo de mi cuerpo. No sabría decir qué sexo soy.

**
*

Nunca me había sentido tan vulnerable y extática a la vez. Me había aceptado, pero se estaban cayendo un montón de estructuras, de creencias, de maneras de identificarme y de sentir, en el medio de un aislamiento más flexible pero aún rígido. No tenía distracciones, no podía simplemente olvidarme, poca gente podría abrazarme. Fue el ojo de la tormenta. Tenía frío todo el tiempo. Tenía emoción, felicidad, miedo, angustia, cansancio, todo junto.

Seguí llorando, seguí cuidándome, seguí agradeciendo, seguí practicando yoga, seguí meditando, seguí escribiendo, seguí haciendo terapia.

Mientras atravesaba todo esto tenía una frase que repetía mentalmente una y otra vez: meditar, escribir, agradecer.

Sólo hacer eso. Ante la duda, hacer una de las tres cosas. No perderlo. Disciplina férrea.

De mi diario:

Lloro de nuevo por todo el ego controlador que el amor está rompiendo. El amor entrando por las grietas del ego. Rompiendo la estructura.

Me nací a mí misma. Me dio mucha ternura ponerme la ropa después de secarme en la ducha. Me reí, me siento limpia.

Estaba toda dura. Cerrada la parte de atrás de la espalda. Frío. Tristeza. Energía bajísima. Caprichos.

Vengo llorando esto desde Irlanda seguro. Me humilda este nacimiento.

Desvelada. El Universo, mi yo universal me está pidiendo que me entregue, que todo va a estar bien, y yo tengo mi proceso para entregarme. Tal cual la gente conmigo. Es un proceso de entrega.

Quiero ya estar en otro lado. No respeto mi proceso.

Me quiebro llorando de agradecimiento de lo hermoso de la vida, de compartirla con gente del alma que me guía y me muestra cosas de mí. Lloro de gratitud y amor. Gratitud por encontrar otra persona del alma en ella, que me hace crecer, amarme, que tiene coraje, se anima y me inspira.

La vida es MUY hermosa y tendrá tiempo para todo.

Agradezco todo lo que pasó, agradezco ser tan joven y tener tanto por vivir.

Agradezco que alguien se haya animado a explorar y cambiar su vida conmigo.

Cuidándome a mí misma. Salí a andar en bici, me cociné, limpié, escribí. Escuché charlas de astrología. Dejé mensajes sin contestar. Me compré un escritorio. Caminé por un parque hoy. Respiré.

Poder explorar esto es un regalo inmenso para mí misma. Pasando en la compu mi cuaderno veo qué gran viaje hice a mi interior. Qué grandes cosas vi. Qué grande es el espacio que habito. Lo hermosa y tierna que soy. La manera silenciosa en que me cuido y observo. En que me contengo y aprendo de mí. Estoy tan agradecida. La vida es larga y buena. Me doy tanta ternura. Soy tan pequeña y tan sabia. Hay muchas cosas que no sé y a veces me trato mal por eso.

Gracias por parar Delfi. Gracias por descansar, estar con vos. Gracias por ir a buscar cómo cuidarte y aquello que te gusta, aunque te dé miedo. Gracias por abrirte a las cosas, por fluir, dejarte llevar. Sé que te cuesta soltar el control y que te cuesta parar. Pero lo hiciste. Lo estás haciendo. Volverás a caer pero no importa. Vas a volver acá. El camino de vuelta hacia vos.

Acá se acaba el abandono y la soledad. Nunca estás sola. Siempre estás con vos.

**
*

En esa época escribí este poema. Se llama Entrega y está inspirado en la gran ola de Hokusai.

Aquellos cuerpos
lejos de sus moradas
ya no son los que eran
ni serán los de hoy
como navíos
atraviesan la tempestad

la noche clava sus espuelas
el mar aúlla
lanza olas de espuma
en las proas, puntas de estrellas
laceran sus frentes

expectantes, ya no reman
se entregan a la tormenta
se inclinan ante la montaña
inmóvil, eterna

image

Y la tormenta pasó. Vendrían tiempos de cielos despejados.

**
*

Mi hermano y yo vemos un video proyectado en la pared. Uno en cada esquina del sillón, el medio vacío.

— Creo que estoy viendo a una chica — solté, sin apartar la vista.

Él sin mirarme me dijo:

— Ah
— Sí
— Y qué tal
— No sé qué onda
— Ah
— Nada, te cuento
— Bueno

Silencio.

— O sea, no sé qué onda ella. No sé cómo saber
— Mmm
— Pero nada... eso. Pero me siento bien.
— Bien
— Medio contenta
— Copado

Silencio.

Seguimos mirando las imágenes en la pared. Me sentí aceptada, me sentí su cómplice. Ése era nuestro secreto, teníamos algo en común, como cuando éramos chicos y nos confesábamos que nos daba miedo besar a alguien porque no sabíamos cómo hacerlo.



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