“Y le dije a mi alma:
cuando abarquemos esos mundos,
y el conocimiento y el goce que encierran,
¿estaremos al fin hartos y satisfechos?
Y mi alma dijo:
No, una vez alcanzados esos mundos
proseguiremos el camino”
Walt Whitman
Absolutamente nada para hacer, ningún lugar al que ir. Finalmente me permitía explorar algo que llevaba años guardado y el contexto no sumaba en absoluto.
Pero algo tenía que intentar.
La única persona que se me ocurría era la chica que me gustaba previo al confinamiento. Había pensado en mensajearla toda la cuarentena y no lo había hecho. Le veía todas las stories.
Una noche, creo que un martes, le mandé algo bastante genérico. Hola, cómo andás o algo así. Me contestó bastante rápido. Me preguntó por mí. Tiré el celular al otro lado de la cama. No puedo.
Lo agarré de vuelta.
Le contesté. No supe bien cómo seguir, cómo ser copada, cómo tirar onda pero no tirar onda. Ni siquiera éramos amigas, era medio bizarro que le estuviera hablando. Me pregunté si decirle que me parecía linda. Le pedí que me recomendara una serie para ver y me dio pánico porque sentí que se la tiré un poco mandona. Tiré el celular de vuelta y me fui a dormir.
Al otro día vi que me había contestado pero no abrí los mensajes para leerlos. Pasaron los días y me seguía dando vergüenza hablarle.
Recién le contesté un mes después para pedirle perdón. Todo bien. Estaba yendo a trabajar. Le dije que un día la mensajeaba para pasar a saludar. Pensé en hacerlo muchas veces pero no lo hice.
**
*
Recordé que unos días atrás, una chica con la que no hablaba hacía unos meses me había propuesto charlar en algún momento. Le mandé un mensaje para coordinar. Quedamos en ir a caminar al día siguiente, pero a último momento cancelé. Sentí que sería mejor una llamada para hablar sin gente alrededor. Una conversación más tranquila, sin distracciones. Propuse ese plan y aceptó.
La charla se sintió mágica y bizarra: ella había tenido un cuestionamiento similar al mío. De repente, la vi con otros ojos y entendí que había sentido algo especial por ella desde que la conocí, pero no había interpretado bien qué. Ahora creía saberlo: me gustaba.
Quedamos en vernos esa semana porque no podíamos no hacerlo. Yo había descubierto algo en ella y me intrigaba. Mi mundo se detenía. Sentía emoción e incertidumbre.
Esa noche, sola en casa, me desvelé y sentí que no tenía límites, era completamente espíritu y fusión con el todo. Una paz. Puro amor. Cero miedo. No cabía el miedo en mí porque no tenía cuerpo que lo albergara.
Escribí una frase, una verdad que vino de algún lado, no de mí sino de otro lado, para hacerme ver que no soy esto, soy más, e indefinido.
Escribí: Mi espíritu no es hombre ni mujer.
Y además:
Tengo emoción de qué va a pasar. Miedo. Adrenalina. Quiero estar tranquila. Temo malinterpretar las cosas, estar flasheando una fuerte. Temo meterme en una. Temo el rechazo.
**
*
Salía para su casa escuchando Ganas de Zoe Gotusso.
Caminaba sobre Ecuador.
Diálogo conmigo.
¿Esto quiere mi alma?
Sí
Mi cuerpo iba.
**
*
Cada una en un extremo del sillón. Hacía 20 minutos que hablábamos sobre mi descubrimiento y la exploración que quería iniciar. De una u otra manera, seguíamos exprimiendo el tema. Cómo habían sido nuestras relaciones, las dudas que teníamos sobre las mujeres, episodios llamativos en nuestra juventud. Sentía que estábamos ahí por algo y que el desenlace vendría pronto. La conversación se dilataba. Mientras ella hablaba, yo pensaba ¿cómo me encaro a una chica? Sentía el pecho tan abierto que casi podría haber metido la mano y sacado mi corazón. Por momentos quería que todo acabara, que me pegaran un balazo y ver todo negro.
Ella preguntó cómo pensaba seguir con mi exploración.
Se hizo un silencio. De golpe tuve mucho frío.
Localicé mentalmente dónde estaban mis botas. Calculé cuánto tiempo tardaría en atarme los cordones e irme. Cuántos minutos de charla iba a tener que improvisar para simular que estaba todo bien si me decía que no a la pregunta que iba a hacer.
Una voz antigua, ronca de polvo, salió de mí. Como un caballo al que le quitaron las riendas, mi voz se relamió en mi boca seca, masticando por fin su libertad. La escuché retumbar en mi pecho cuando le pregunté si quería explorar conmigo porque ella me gustaba.
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