Delfi Young

“Amarse a sí mismo es el comienzo de una aventura
que dura toda la vida”

Oscar Wilde



Esperaba al conductor tailandés para que me devolviera al centro de la ciudad. Acababa de terminar un retiro de tres días de meditación en un templo budista y mis pensamientos hacían fila para ser pensados, uno por uno, sin apuro.

Todo estaba bien. Sonreía. Si el conductor no llegaba, no llegaba. Si perdía el tren, perdía el tren. Si mi vida no tenía rumbo, no tenía rumbo.

Era la primera vez que meditaba. Reconocí que estaba ante las puertas de la cura para la soledad, la ansiedad, la melancolía y la preocupación incesante que sentía hacía tiempo.

**
*

Luego de Europa y Asia, volví a Buenos Aires a inicios de 2017. Tenía 24 años y no estaba bien, seguía sintiéndome intrínsecamente sola. Quería aterrizar en donde fuera y quedarme ahí hasta entender qué me pasaba.

Con el correr de los meses, los temas que se habían removido en Irlanda encontraron el tiempo necesario para decantar. El agua se aquietó y pude ver lo que estaba en el fondo, pero aún no quería traerlo a la superficie. Más adelante descubriría que no importaba lo que yo quisiera: un proceso se había iniciado y se desarrollaría sin prisa pero sin pausa.

Decidí seguir la veta espiritual que había encontrado en el templo budista — y aún antes, con las conversaciones mate en mano en Dublín — y me vinculé con actividades y personas que continuaron mi proceso de profunda transformación que merece un libro aparte. De forma resumida, arranqué con terapia, que lejos de ser una terapia común y corriente, fue mucho más que eso y me sumergió en el mundo de la meditación, de la respiración y de la astrología, entre otras cosas. Acostumbrada a racionalizar todo, aún no entendía cuando me hablaban de intuición, de energías y de emociones, pero empecé a sentirme mejor conmigo misma y quise saber más. Encontré a mis instructores y compañeros de yoga y me ocurrió lo mismo: lejos de ser únicamente yoga, fue un universo nuevo de conocimientos y experiencias.

Por otro lado, gracias a mi trabajo encontré a mi tribu de personas que piensan distinto. Tuve estabilidad y fulfillment en mi carrera. Pude enfocarme plenamente en mi desarrollo y ganar seguridad en mí.

Empecé a llevar una vida más tranquila y sedentaria, que me costó aceptar luego de tanta adrenalina nómade. Creo que, en el fondo, sabía que era necesario este tiempo quieta y a solas para estar en casa y llorar. Podía sentir algo gestándose dentro de mí.

Los efectos de la quietud, la espiritualidad, el lento pero continuo descubrimiento de mí misma, sumado a algunos viajes que hice para tomar perspectiva, se ven claramente en lo que escribía en esa época con relación a mi sexualidad:

23.02.2019 - Buenos Aires

Nos gustaban Susan, Blatt
Yo prefería a Mairal y él a Tamara
Pero igual ambos nos caían bien
Los dos leímos a Casas
Los dos leímos a Blatt
Pero Silvina era mía. La seguía en Twitter y sabía que era futbolera, del Rojo, y no sabía bien quién era.
No quería que él la descubriera y hablara de ella conmigo.
Sólo yo quería hablar de ella conmigo.
En realidad, quería que ella hablara conmigo. Que un día pudiera verla jugar al fútbol y preguntarle qué onda ser lesbiana. Silvina era mi secreto por todo lo que ella era y yo no sabía ser.

31.03.2019 - Buenos Aires

Siento que estoy viendo
la película equivocada.
A medida que crezco me doy cuenta
que nadie te puede evitar
el camino que cada uno
tiene que hacer.

01.04.2019 - Buenos Aires

Recuerdo el intercambio. Fueron sin duda los mejores meses de mi vida. Veo dónde estoy ahora y sonrío. A veces flasheo con casarme un día. A veces sueño que beso mujeres y son sueños tan lindos...

28.04.2019 - Buenos Aires

Con una amiga hablamos de conocer a alguien, enamorarnos y trabajar en esa relación.
La otra vez soñé que tenía relaciones con una chica de una manera muy extraña pero se sentía bien. Tengo sueños donde beso mujeres desde hace unos años y son bastante recurrentes. No sé de dónde saca el inconsciente el material para esos sueños. A veces me encuentro pensando que alguien algún día me va a preguntar si soy lesbiana y le voy a decir "no sé, quizás". Y estaré bien con eso. Me acepto.

14.07.2019 - Marrakesh

Certeza en el desierto: la vida ha sido buena conmigo. La vida me ha sonreído. Hasta ahora, la vida fue increíble. Todo está bien.
Salí del desierto limpia, la mente en blanco. No existía nada.
Esa noche en el desierto había energía, había algo. Hablando a oscuras con Hami, bajo el domo de estrellas. Todo era posible. Todo podía comenzar en ese instante. Todo se podía empezar de nuevo.
Hay algo más allá de nosotros, estoy segura, será la Madre Naturaleza o whatever.
Hoy en la playa pensaba "cualquier cosa que yo sea, me aceptaré", a propósito de la bisexualidad.

10.09.2019 - Lima

Escucho el mar. Me doy cuenta de que desde hace unos años ya que estoy pensando en la clase de vida que quiero tener. Antes era con el trabajo. De qué quería trabajar. Dónde. Salir de la corporación. Viajar. Ahora siento que me pregunto otras cosas sobre cómo vivir mi vida.

Últimamente me pregunto si seré bisexual o es un mambo mío. Que estoy imaginando en mi cabeza para ponerle etiqueta o algo. No sé cómo comprobar si lo soy o no. Veo chicas lesbianas y me da miedo. Pienso que nunca le haría sexo oral a una chica, pero creo que en la vida sí me he enamorado de chicas.

14.09.2019 - Buenos Aires

Me esta pasando algo lindo. Me estoy amando mucho y dejando salir del sótano temas que me aterrorizaba pensar. Si me gustan las mujeres, si fantaseo, si soy fluida.
Así lo siento, fluido, exploratorio. Vamos viendo. Con mucho amor hacia mí, hacia no entrar en pánico, a recordar mis fantasías o escenas con otras mujeres. Siento que había metido esto en el sótano y ahora por lo menos lo veo subir a la superficie. Puedo verlo más a la luz sin juzgarme. Siento seguridad en que lo que siento que quiero hacer/ser, lo voy a dejar ocurrir.

Con la profundización en la espiritualidad y el autoconocimiento empecé a sentir un gran amor por mí misma. Me vi con más compasión, más ternura, más paciencia. Fui bajando las exigencias. Me di, a regañadientes, espacio y tiempo en lugar de pedirme certezas que no tenía. Afiné una voz interior que me decía que iba a estar todo bien si, además de los hombres, también me gustaban las mujeres.

Cuando escribía estas entradas en mi cuaderno no lo hacía a la ligera. Me costaba muchísimo poner en palabras que me cuestionaba mi orientación sexual porque significaba que era real y que algún día iba a tener que hacer algo al respecto. Sólo me tranquilizaba saber que era un secreto conmigo misma, que nadie más sabía. Cada vez que me obligaba a escribir esto me dolía. Sentía las palabras formarse en mi interior, queriendo salir, y yo evaluaba si me censuraba, si las plasmaba o no.

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A inicios de 2020, con 26 años, conocí a una chica más joven que yo. Muy inteligente y sociable. Un par de veces filosofamos con películas que habíamos visto. Un día me dijo que iba canchera a trabajar y que hablaba bien inglés.

Empecé a pensar en ella. Al principio lo reprimí, pero luego decidí no ignorar que me pasaba algo. Lo acepté. Tenía ganas de que viniera a mi casa y charlar de cosas intelectuales. Y quizás algo más. Listo, punto. Me convencí de que no era tan grave querer eso.

Ella fue la primera chica que confesé a alguien más que me gustaba. Se lo dije a mi mejor amigo, que también la conocía. Me resultaba más fácil contarle a un hombre porque temía que si le contaba a una amiga, ésta pensaría que me gustaba ella y dejara de ser mi amiga.

Tardé tres horas y una botella de vino en contarle que me gustaba esa chica. En realidad, lo que terminé diciendo fue “quizás, puede ser, que me guste, pero no sé”. Lo minimizaba por las dudas.

Él ni se inmutó. Me dijo “está bien, te gusta ella”. Me dio mucho miedo que lo pusiera así, tan explícito. Tan real. Pero sí, tenía razón. “Invitala a hacer algo”, me animó.

No la invité. Una semana después decretaron la cuarentena en Buenos Aires, y con ella, el tiempo necesario para que la semilla por fin germinara.



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