Delfi Young

“Dime más
que entienda
lo que es normal
en lo extraño que soy”

Tarzán



A los 20 años fui a estudiar un semestre a Italia. Fue la primera vez que aterricé en Europa, y me gustó de inmediato. Me encontré con una sociedad más abierta en temas de sexualidad. Me daba escalofríos cuando veía dos chicas o dos chicos de la mano. Pensaba “alguien los va a descubrir, alguien los va a señalar”. Pero también pensaba “qué ganas, qué coraje”.

Viajé con una amiga a Berlín. Entre los bloques negros del memorial a los judíos de Europa asesinados, ella me mostró una canción de Macklemore que hablaba sobre la homosexualidad. Se llamaba Same Love. Mi parte favorita era el estribillo:

I can't change even if I try, even if I wanted to.
She keeps me warm, she keeps me warm.

Desde entonces escuché la canción muchas veces, viajando por Asia, volviendo a casa en Irlanda, yendo a la oficina en Buenos Aires.

image

Ese día también nos sacamos una foto en los restos del Muro de Berlín, frente al mural de dos políticos besándose, y para mí significó un montón.

image

Cuando terminó mi semestre regresé a Buenos Aires para terminar la carrera, no sin el anhelo de volver a Europa apenas pudiera. Sentía que ahí podía ser más yo, pero no entendía bien por qué.

**
*

— Voy a buscar gente como yo.

Eso le dije a mamá en el auto. Me iba a ir a Irlanda en unos meses. Tenía 23 años.

¿Qué significaba eso? Cuando lo dije me refería a personas viajeras, que tuvieran curiosidad de qué había allá afuera, de no quedarse con lo conocido. De explorar alternativas.

No sabía entonces que iba a conocer una nueva manera de ver el mundo, de verme a mí misma, y dar el primer paso de un camino de autodescubrimiento y espiritualidad que me cambiaría la vida.

**
*

Llevaba una semana en Dublín cuando conocí a quien sería mi compañera de cuarto. Tomamos mate con galletitas. El primer mate de muchos, porque nos llevamos bien de entrada.

Antes de despedirnos me contó que su novio andaba en moto.
“Yo tenía una moto”, le dije. Y agregué: “pero no soy lesbiana”.
Íbamos a vivir juntas y me daba miedo que me rechazara por eso.

**
*

Fui a ver sola el tercer departamento del día. Lo supe cuando entré: era perfecto, era ése donde debíamos alojarnos en Dublín. Sólo había un problema: la cama del cuarto era doble y no sabía si a ella le iba a molestar tener que compartir la cama conmigo. Me sentía en falta por no contarle de mi relación de la secundaria. Yo era peligrosa, yo podía desarrollar sentimientos que no quería tener por dormir en la misma cama. Sentía que tenía que blanquearlo, pero era muy pronto para mí, y además me había convencido de que había sido una etapa y no volvería a pasarme con otra mujer. De todas maneras la llamé y le pregunté si tendría problema en compartir esa cama. No le preocupó, pero seguí con miedo.

Pasaron unos días. Sentía que era ese departamento o ninguno.

Finalmente los inquilinos que me entrevistaron nos eligieron y nos mudamos. Compramos el duvet para la cama doble y lo estrenamos tomando té de frutos rojos. Fue el inicio de cinco arrolladores meses de convivencia.

Un día les pregunté a nuestros compañeros de departamento por qué nos habían elegido.

— Nos caíste muy bien, pero también nos habían caído bien otras dos personas. Discutimos bastante sobre a quiénes elegir y no nos poníamos de acuerdo.

— ¿Y qué hicieron al final?

— Tiramos una moneda.

La moneda, en realidad, nunca había caído del lado equivocado, y seguía sin hacerlo.

**
*

Pocas experiencias son tan transformadoras como las de contarle tu vida a otra persona y darte cuenta dónde te duele. Escuchar la opinión del otro, tan distinta a la de uno.

Termo a termo íbamos desenredando el ovillo de nuestra historia para contársela a la otra. Era la primera vez que exponía mi biografía a alguien que no conocía a mis amigas, mis padres, ni el ambiente en el que me había criado. La mirada de ella era cercana pero objetiva. Sus opiniones y anécdotas eran distintas a todas las que había escuchado. Ella me hablaba de yoga, de Asia, de meditación, de la energía, del Universo, de sanación, de cosas que “tienen que suceder así” ligadas a un orden espiritual que yo no entendía.

Entonces empecé a cuestionar lo que había aprendido. Pensé en mis padres, en mis relaciones, en lo que me habían transmitido, en cómo habían sido conmigo. Entendí que había otros modelos y otras maneras.

Teníamos mucho que contarnos, y había tiempo.

En esas charlas a corazón abierto le pusimos palabras a lo que no tenía nombre, le dimos otro sentido a cada episodio de nuestras vidas. Con la misma lana de aquel ovillo volvimos a tejer algo nuevo. Recuerdo haberle contado cosas que me daban culpa y ver que al final no era necesario sentir ese peso.

Como no podía ser de otra manera, lo que estaba quieto en el fondo de nuestros recuerdos se empezó a remover, y sentí de nuevo el dolor de mi adolescencia.

**
*

Al cabo de unos meses, finalmente, le conté sobre mi relación en la secundaria, aclarando por supuesto que era un tema cerrado y que no había nada de qué preocuparse. No iba a gustar de ella ni de ninguna otra mujer. No me iba a volver a pasar.

Lo cierto es que tenía mucho, muchísimo miedo de mí misma. De lo que podría llegar a sentir si me lo permitía. Mi mente siguió ejercitándose en el gimnasio de la represión, levantando cada vez más peso, aplastando mi deseo de explorar.

Después de esas charlas me iba a dormir con las emociones a flor de piel y tenía miedo de hablar en mis sueños. Confesar algo, susurrar algún nombre. O sin querer, adormecida, traspasar mi lado de la cama, estirar la mano y destruir la confianza que habíamos construido. No sé si alguna vez lo hice, nunca le pregunté.

**
*

Releo fragmentos de mi cuaderno de aquel entonces y encuentro mucha confusión. Lo único de lo que estaba segura era que me sentía intrínsecamente sola y tenía muchas dudas sobre mi orientación sexual, las cuales intentaba ocultar a toda costa. Yo era una con esa soledad profunda, fría, oscura como una pinta de Guinness. Nadie podía sacarme de ahí, porque no me animaba a charlarlo. Si ella me hubiera preguntado al respecto, probablemente me hubiera enojado. Temía abrir esa caja de Pandora y tener que irme de la casa, buscar otro lugar en medio del invierno.

Tengo entradas de mi diario donde digo que soñé con un chico, Martín. Cuando estaba en la secundaria, usaba ese nombre para hablar sobre mi relación sin que nadie supiera que era mujer. Se ve que aún en mi cuaderno lo usaba para hablar en código conmigo misma.

19.09.2016
Ayer soñé que estaba con Martín, por primera vez, si bien ya lo venía pensando a veces — encontrándome de repente pensando en besarlo en ocasiones random.
Me preocupé. Me preocupa un poco y es la primera vez que lo pongo en palabras y hago que oficialmente exista.
O sea, nunca haría nada ni pienso que me haría feliz, porque ya sé que como ocurrió antes no quiero que me ocurra de nuevo. Pero tengo unos sentimientos hermosos. ¿Será que idealizo? ¿Que cuando una persona me toca tanto el corazón siento que tengo que amarla de cualquier manera posible, casi como una retribución?
No tengo dudas que a Martín lo amé, pero ¿fue un capricho? ¿Una manera de recibir amor de una forma que nunca me habían dado? Ya no me acuerdo de muchas cosas y empiezo a dudar de lo que ocurrió. Sí sé que dejarlo fue dolorosísimo.

24.09.2016
Hoy hace 6 años empezó el noviazgo más corto de mi vida. Lo recuerdo con cariño, ya pasó mucho tiempo y me curtió la vida un poco más. Creo que muchas veces no hubiera entendido cosas o hubiera prejuiciado más si no me hubiera pasado eso.

06.10.2016
Enfrentándome a todos mis demonios. Los veo pasar por el fondo de mi mente, asustándome. Sufro, crezco, duele, duele, lloro.
Sintiendo una soledad existencial.

15.10.2016
Hoy hace 6 años me dijeron que las expectativas y proyectos depositados en mí nunca se iban a cumplir porque estaba con Martín.
Ayer lo dije en voz alta y ahora quiero llorar. Se ve que todavía está ahí. Nunca voy a ser como ella quiso que fuera.

20.10.2016
Breakdown. Crisis. Me fui del trabajo. Me siento mal, triste.
Vivo vidas paralelas para demostrar cosas que no soy. Si les jode, es mambo de ellos.

**
*

Cuando recuerdo mi estadía en Irlanda pienso en nubes. Nublado el cielo, nublada mi mente. Había días en los que mi cerebro no conectaba. No podía pensar. Era blanco totalmente.

La soledad intrínseca era producto de una inseguridad completa, total. Una falta de confianza en mí. Me resultaba imposible sostener mi personalidad, tener libre albedrío, ser yo.

Aparte de la férrea represión de mis dudas sobre mi sexualidad, había otros factores que se conjugaron: la distancia, el desarraigo, la falta de sol, dudas sobre mi futuro profesional. Cuestionarme qué estaba haciendo ahí, por qué, para qué.

Aún reflexiono sobre lo que sentí en Irlanda, porque sigo sin tener certezas. O quizás me duela tenerlas.

Alguien me dijo: “uno repite las mismas cosas hasta que un día tomás otro camino”. Como si la vida fuera una autopista y tuviera múltiples salidas al mismo lugar. Antes o después, alguna vas a tomar. La pregunta es cuándo.

Creo que Irlanda fue eso: una chance para tomar mi salida hacia aceptarme a mí misma, aceptar mi deseo por explorar con otras mujeres y no creer que mi relación homosexual había sido un desliz. Pero no la tomé. No estaba preparada, me faltaba madurar. No podía dar el paso sin poder al menos aferrarme de mí misma. Puede que haya sido un mecanismo de defensa. Si tomaba este camino sin estar firmemente apoyada en mí, sin una convicción interna, cualquier opinión negativa, por pequeña que fuera, me iba a hacer retroceder más casilleros de los que había avanzado. No supe ser consciente de lo que sentía como para decir “ah, es esta la razón de mi angustia, es esto lo que tengo que hacer para solucionarlo”.

Antes de ir a Irlanda había dicho que iba a buscar gente como yo.

Si lo hice, fue a nivel inconsciente. No esperaba explorar mi sexualidad cuando pensé en irme de viaje, pero se ve que la exploración me encontró a mí, navegando en un océano de emociones e incertidumbre.

Dice Esther Perell:
“Quiero recrearles una imagen, porque necesitamos conciliar dos necesidades con las que nacemos. Nuestra necesidad de conexión y nuestra necesidad de separación, o sea, nuestra necesidad de seguridad y aventura, de unión y autonomía. El niño pequeño que está sentado, cómodo y seguro, en nuestro regazo, en algún momento va a querer salir al mundo a descubrir y explorar. Ése es el comienzo del deseo, esa necesidad de explorar y curiosear. Y en algún punto va a mirar por encima de su hombro, hacia nosotros. Si le decimos “hey, el mundo es un gran lugar, vé por él, hay mucha diversión allá afuera”, entonces pueden seguir su camino y experimentar conexión y separación al mismo tiempo. Pueden irse con su imaginación, irse con su cuerpo, irse con sus juegos, sabiendo todo el tiempo que habrá alguien cuando vuelvan”.

**
*

Después de tanto hablar con ella sobre Asia, tuve la idea de irme a recorrer ese continente unos meses. Me atraía ese destino, así que saqué pasaje y empecé a planear.

Imaginando mi viaje se me cruzó por la cabeza que, en alguna isla remota, podría sucederme algo con una chica. Sería la oportunidad perfecta: nadie me iba a conocer y nadie se iba a enterar. Pero, si pasaba, ¿cómo volvería a mi vida normal?¿Podría hacer de cuenta que nada había sucedido? Descarté automáticamente la idea porque me daba miedo hacerla realidad.

Al final no pasó, ni lo busqué. Si alguna chica en Camboya me dedicó una mirada, no me di cuenta. Lo bloqueé tanto en mi mente que a duras penas iba a estar atenta a las señales. Apenas me permití fantasear con una mujer que me hablara en otro idioma, en alguna playa desierta, sin nadie alrededor.



Capítulo siguiente
Capítulo anterior
Índice